miércoles, 26 de junio de 2019

BOLETÍN No 245 : FÍSICAMENTE ¿COMO ES NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO ?: EPÍSTOLA PÚBLII LÉNTULI



¿Qué es la BELLEZA?. Con mayúscula , no me puedo equivocar , la BELLEZA es JESUCRISTO, INSONDABLE BELLEZA , porque la belleza es DIOS :

¡JESUCRISTO ES LA BELLEZA DEL PADRE 
LA BELLEZA QUE SALE DEL AMOR DIVINO 
ES EL ESPÍRITU SANTO EL QUE EMBELLECE 
A LAS CRIATURAS, JESUCRISTO ES FUENTE
DE TODA BELLEZA Y EXIGENTE BELLEZA!

Es una blasfemia (fig.izq.) publicar un rostro de rebajada e espuria naturaleza como si perteneciera a Nuestro amado Redentor. ¡No lo podemos admitir! , ni creo que nadie en su sano juicio pueda aceptarlo tal ignominia y burla como lo han estado haciendo los liberales con su pensamiento e impiedad prostituible.

El Divino Rostro del Creador , Redentor y Salvador es la ventana Suma Belleza que criatura jamás puede contemplar sin desmayar para luego contarlo. Teológicamente el sentido de belleza es la PERFECCIÓN Y SANTIDAD en sí misma contenida en el Cuerpo Santísimo de Jesucristo era y es Magnífico, indescriptible , como vuelvo a escribirlo , insondable , las palabras se terminarían para anotarlo si tuviéramos la Gracia de verlo , quedaríamos mudos.
que muestra su 

En esta ocasión comparto este escrito interesante como además de comprobada historia sobre la descripción exacta de como era Nuestro Señor Jesucristo físicamente por un agente romano.

 EPÍSTOLA PÚBLII LÉNTULI, PROCÓNSULIS ROMÁNI QUONDAM CELEBÉRRIMI, IN QUA JESUS CHRISTUS MIRÆ DESCRÍBITUR:

Públius Léntulus in Judea prǽses (témpore Cǽsaris) senátui populóque Románo hanc epístolam misit.
Appáruit tempóribus istis nostris, et adhuc est, homo magnæ virtútis, cui nomen Jesus Christus, qui a gente dícitur Prophéta veritátis; et a suis discípulis Fílius Dei. Súscitans mórtuos et sanans omnes lángores.
  
Homo quidem statúra procérus et spectábilis. Vultum habens venerábilem quam intuéntes fácile possunt dilígere et formidáre. Cápillos habens colóris nucis avellánæ præmatúra et planos usque ad aures; ab áuribus vero crispos aliquántulum cœrulióres et fulgentióres; ab húmeris ventilántes. Discrímen habens in médio cápite juxta morem Nazareórum.
  
Frontem planam sereníssimam cum fácie sine ruga áliqua quam rubor moderátus venústat. Nasi et oris nulla prorsus reprehénsio.
   
Barbam habens copiósam et cápillis concolórem, non langam, sed in médio bifurcátam. Aspéctum símplicem et matúrum, óculis glaucis váriis et claris. In increpatióne terríbilis, in admonitióne blandus et amábilis. Hiláris quidem serváta gravitáte.
  
Numquam visus ridére, flere autem sepe.
  
In statúra córporis propagátus et rectus. Manus habens et bráchia visu desertabília. In collóquio gravis, rarus et modéstus. Forma certe speciósus præ fíliis hóminum.


CARTA DE PUBLIO LÉNTULO, PROCÓNSUL ROMANO, DONDE DESCRIBE A JESUCRISTO 
(Manuscrito de la Biblioteca de Madrid)
En nuestros tiempos ha aparecido y existe todavía un hombre de gran virtud llamado Jesús Cristo y por las gentes Profeta de la verdad. Sus discípulos le apellidan Hijo de Dios, el cual resucita a los muertos y sana a los enfermos.
Es de estatura alta, mas sin exceso; gallardo; su rostro venerable inspira amor y temor a los que le miran; sus cabellos son de color de avellana madura y lasos, o sea lisos, casi hasta las orejas, pero desde éstas un poco rizados, de color de cera virgen y muy resplandecientes desde los hombros lisos y sueltos partidos en medio de la cabeza, según la costumbre de los nazarenos.

La frente es llana y muy serena, sin la menor arruga en la cara, agraciada por un agradable sonrosado. En su nariz y boca no hay imperfección alguna.
   
Tiene la barba poblada, mas no larga, partida igualmente en medio, del mismo color que el cabello, sin vello alguno en lo demás del rostro. Su aspecto es sencillo y grave; los ojos garzos, o sean blancos y azules claros. Es terrible en el reprender, suave y amable en el amonestar, alegre con gravedad.
Jamás se le ha visto reír; pero llorar sí.
  
La conformación de su cuerpo es sumamente perfecta; sus brazos y manos son muy agradables a la vista. En su conversación es grave, y por último, es el más singular y modesto entre los hijos de los hombres.
(Manuscrito encontrado en la Biblioteca de los Lazaristas, Roma - Publicado en el "Almanaque de Tierra Santa", 1933)
  
"Tengo entendido, ¡oh César!, que deseas conocer lo que te voy a narrar, que en estos nuestros tiempos hay por aquí un hombre que practica grandes virtudes, y se llama Jesucristo, a quien las gentes tienen por un gran Profeta y sus discípulos dicen que es el Hijo de Dios, Creador del Cielo y de la tierra, de todas las cosas que hay en ella y que han estado.
En verdad, ¡oh César!, todos los días se oyen cosas maravillosas de este Cristo; resucita a los muertos y sana a los enfermos con una sola palabra. Es un hombre de buena estatura, hermoso rostro y tanta majestad brilla en su persona que, cuantos le miran, se ven obligados a amarlo o temerlo. Sus cabellos son de color de avellana madura, extendidos hasta las orejas y, sobre las espaldas, son del color de la tierra, pero muy resplandecientes, partidos en medio de la cabeza, según la costumbre de los nazarenos.
  
La frente es llana y muy serena, sin la menor arruga en la cara, agraciada por un agradable sonrosado. La nariz y los labios no pueden ser tachados de defecto alguno: la barba es espesa y semejante al cabello, algo corta y partida por en medio.
  
Su aspecto es sencillo y grave; los ojos, severos, tienen el brillo como los rayos del sol, y nadie puede mirarle fijamente al rostro por el resplandor que despide. Cuando reprende inspira temor, pero al poco tiempo las lágrimas asoman a sus pupilas. Es terrible en el reprender, suave y amable en el amonestar, alegre con gravedad. Tiene las manos y los brazos muy bellos. Su conversación agrada mucho, pero se le ve muy poco y, cuando se presenta, es modestísimo en su aspecto; en fin, es el hombre más bello que se puede ver e imaginar; muy parecido a su Madre, que es la mujer más hermosa que se ha visto por estas tierras.
Si Vuestra Majestad, ¡Oh César!, desea verlo, como me escribiste en cartas anteriores, dímelo, que no faltará ocasión para enviarlo. En letras asombra a toda la ciudad de Jerusalén. Él nunca ha estudiado, pero sabe todas las ciencias. Camina descalzo y con la cabeza descubierta. Muchos se ríen al verlo, pero en su presencia callan y tiemblan. Dicen que jamás se ha visto ni oído a hombre semejante. En verdad, según me dicen los hebreos, no se oirán, jamás, tales consejos de gran doctrina, como enseña este Jesús. Muchos judíos lo consideran como Dios. Algunos se me quejan de que es contrario a V. Majestad, porque enseña que reyes y súbditos son iguales ante Dios. Me veo molestado por estos malignos hebreos.
  
Dícese que este Jesús nunca hizo mal a nadie, más, al contrario, aquellos que lo conocen y con Él han tratado, afirman haber recibido grandes beneficios y salud.
  
Por eso estoy pronto a tu obediencia, aquello que v. Majestad mande, será prontamente obedecido.
Vale, de Tu Majestad, fidelísimo y obligadísimo... Publio Léntulo, Legado de Tiberio César en Judea. En Jerusalén, indición séptima, luna undécima".

Veritas elucescit
La verdad sale a la luz
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