Me da mucha pena y también un justificado coraje cuando veo que a Nuestro Señor Jesucristo no se le respeta en la sociedad de nuestras comunidades y países por el cual nos hacemos llamar católicos. Me da mucha pena esa contradicción indolente, aún más dentro de la Iglesia hay desprecio por parte de los que han sido elegidos para guiarnos y pastorearnos en el camino de la Verdad . Uno se pregunta ---¿ que pasa entonces ? --- ¿ por que tanto odio ? , retumba el alma saber que una vez NSJ le revelaba a una alma mística ---"que los que más duele a mi Sacratísimo Corazón es la traición de los míos " ---de seguro un dolor que le hace sufrir y sangrar a Nuestro Divino Redentor ---y ver ---que casi nadie repara las ofensas al Dulcísmo Jesús, que yace solo en el sufriemiento de la ingratiotud, no solo de sus religiosos sino de una buena parte de su pueblo rescatado con su Preciosísima Sangre. Dejando mis comentarios , con humildad dejo alzar la voz de la Iglesia escrita en QUAS PRIMAS y en la sapienza del Obispo de Econe que sabrán iluminanrnos mejor antes las tinieblas imperantes de la actualidad confusa en que estamos sumergidos.
Extractos de la Encíclica de Pio XI :
La «paz de Cristo en el reino de Cristo»
1. Por lo cual, no sólo exhortamos entonces a buscar la paz de Cristo en el reino de Cristo, sino que, además, prometimos que para dicho fin haríamos todo cuanto posible nos fuese. En el reino de Cristo, dijimos: pues estábamos persuadidos de que no hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo.
2. Entre tanto, no dejó de infundirnos sólida, esperanza de tiempos mejores la favorable actitud de los pueblos hacia Cristo y su Iglesia, única que puede salvarlos; actitud nueva en unos, reavivada en otros, de donde podía colegirse que muchos que hasta entonces habían estado como desterrados del reino del Redentor, por haber despreciado su soberanía, se preparaban felizmente y hasta se daban prisa en volver a sus deberes de obediencia.
Y todo cuanto ha acontecido en el transcurso del Año Santo, digno todo de perpetua memoria y recordación, ¿acaso no ha redundado en indecible honra y gloria del Fundador de la Iglesia, Señor y Rey Supremo?
I. LA REALEZA DE CRISTO
6. Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad(1) y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Mas, entrando ahora de lleno en el asunto, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino(2); porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.
a) En el Antiguo Testamento
7. Que Cristo es Rey, lo dicen a cada paso las Sagradas Escrituras.
Así, le llaman el dominador que ha de nacer de la estirpe de Jacob(3); el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra(4). El salmo nupcial, donde bajo la imagen y representación de un Rey muy opulento y muy poderoso se celebraba al que había de ser verdadero Rey de Israel, contiene estas frases: El trono tuyo, ¡oh Dios!, permanece por los siglos de los siglos; el cetro de su reino es cetro de rectitud(5). Y omitiendo otros muchos textos semejantes, en otro lugar, como para dibujar mejor los caracteres de Cristo, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz... y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra(6).
8. A este testimonio se añaden otros, aún más copiosos, de los profetas, y principalmente el conocidísimo de Isaías: Nos ha nacido un Párvulo y se nos ha dado un Hijo, el cual lleva sobre sus hombros el principado; y tendrá por nombre el Admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo venidero, el Príncipe de Paz. Su imperio será amplificado y la paz no tendrá fin; se sentará sobre el solio de David, y poseerá su reino para afianzarlo y consolidarlo haciendo reinar la equidad y la justicia desde ahora y para siempre(7). Lo mismo que Isaías vaticinan los demás profetas. Así Jeremías, cuando predice que de la estirpe de David nacerá el vástago justo, que cual hijo de David reinará como Rey y será sabio y juzgará en la tierra(8). Así Daniel, al anunciar que el Dios del cielo fundará un reino, el cual no será jamás destruido..., permanecerá eternamente(9); y poco después añade: Yo estaba observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía entre las nubes del cielo un personaje que parecía el Hijo del Hombre; quien se adelantó hacia el Anciano de muchos días y le presentaron ante El. Y diole éste la potestad, el honor y el reino: Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán: la potestad suya es potestad eterna, que no le será quitada, y su reino es indestructible(10). Aquellas palabras de Zacarías donde predice al Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino, había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas(11), ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?
b) En el Nuevo Testamento
9. Por otra parte, esta misma doctrina sobre Cristo Rey que hemos entresacado de los libros del Antiguo Testamento, tan lejos está de faltar en los del Nuevo que, por lo contrario, se halla magnífica y luminosamente confirmada.
En este punto, y pasando por alto el mensaje del arcángel, por el cual fue advertida la Virgen que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David su padre y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin(12), es el mismo Cristo el que da testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey(13) y públicamente confirmó que es Rey(14), y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra(15). Con las cuales palabras, ¿qué otra cosa se significa sino la grandeza de su poder y la extensión infinita de su reino? Por lo tanto, no es de maravillar que San Juan le llame Príncipe de los reyes de la tierra(16), y que El mismo, conforme a la visión apocalíptica, lleve escrito en su vestido y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de los que dominan(17). Puesto que el Padre constituyó a Cristo heredero universal de todas las cosas(18), menester es que reine Cristo hasta que, al fin de los siglos, ponga bajo los pies del trono de Dios a todos sus enemigos(19).
LE DESTRONARON:
Del
liberalismo a la apostasía. La tragedia conciliar , Mons. Marcel Lefebvre
Capítulo 7
Jesucristo, ¿Rey de las
Repúblicas?
La mayoría no hace la verdad, es la verdad que debe hacer la
mayoría.
Me queda mucho por decir sobre
el liberalismo. Pero querría hacer comprender bien que no son opiniones
personales las que propongo. Por eso presento documentos de los Papas y no
sentimientos personales, que se atribuirían fácilmente a una primitiva
formación recibida en el Seminario Francés de Roma. El Padre Le Floch, que era entonces el superior, ha tenido en efecto
una reputación muy marcada de tradicionalista. Se diría entonces de mí: ¡Fue
influenciado por lo que se le dijo en el seminario! Y bien, no niego esa
influencia, más aún, agradezco todos los días a Dios el haberme dado como
superior y maestro al Padre Le Floch.
Se lo acusó entonces de hacer política; ¡y Dios sabe que es todo lo contrario
de un crimen, el hacer la política de Jesucristo y suscitar hombres políticos
que usen todos los medios legítimos, incluso legales, para expulsar de la
sociedad a los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo!
1
En realidad el Padre Le
Floch jamás se metió en la política, ni siquiera en el peor momento del
complot tramado contra la
Acción Francesa
2
y de la crisis subsiguiente, mientras era yo seminarista. En
cambio, de lo
1
¡No porque los obispos izquierdistas hagan política socialista o
comunista la Iglesia debe abstenerse de hacer política! La Iglesia tiene un
poder, sin duda indirecto, pero real, sobre el orden temporal y sobre la vida
de la sociedad. El
reinado social de N.S.J.C. es una
preocupación esencial de la Iglesia.
2
Periódico y movimiento político dirigidos por Charles Maurras, L’Action
Francaise (Acción Francesa en español) luchaba, basada en verdades naturales
sanas, contra el democratismo
liberal. Se la acusó falsamente de naturalismo. El Papa Pío XI, engañado, la
condenó. Su sucesor, Pío XII debió levantar esta sanción. Pero el mal estaba
hecho: 1926 marca en Francia una etapa decisiva en la ✭✭ocupación✮✮ de la Iglesia por la fracción
liberal, llamada ✭✭católica liberal✮✮.
41
42 7. Jesucristo,
¿Rey de las Repúblicas?
que el Padre
Le Floch sí nos
hablaba constantemente, era
del peligro del
modernismo, del movimiento Le Sillon, del liberalismo.
Basándose sobre las encíclicas de los Papas, el Padre Le Floch llegó a forjar en nosotros una convicción firme,
sólidamente apuntalada, fundada en la doctrina
inmutable de la Iglesia, sobre el peligro de esos
errores. Deseo comunicar esta misma convicción como
una antorcha que se transmite a la posteridad, como una luz que preservaría de
esos errores que reinan hoy más que nunca in ipsis Ecclesiae
venis et visceribus, en las venas
mismas y las entrañas de la Iglesia, como
decía San Pío X.
De ahí que poco importa, por ejemplo, mi pensamiento político
personal sobre el régimen que más conviene a Francia. Además los hechos hablan
por sí mismos: lo que la monarquía francesa no había logrado hacer, la
democracia lo ha realizado: cinco
revoluciones sangrientas (1789, 1830, 1848, 1870,1945), cuatro invasiones extranjeras (1815, 1870, 1914, 1940), dos
despojos de la Iglesia, expulsiones de las órdenes religiosas, supresiones de
escuelas católicas, laicización de las instituciones (1789 y 1901), etc... Sin
embargo, dirán algunos, el Papa León XIII pidió el Ralliement
3
de los católicos franceses
al régimen republicano 61
4
(Lo que, entre paréntesis, provocó una catástrofe política y
religiosa). Otros critican este acto de León XIII, calificándolo, así como a su
autor, de liberal. No creo que León XIII fuera un liberal, ni, menos aún, un
demócrata. No; creyó simplemente suscitar una buena combinación política para
el bien de la religión en Francia; pero
esto claro que olvidaba el origen y la constitución irremediablemente liberal,
masónica y anticatólica de la democracia francesa.
7.1. La
ideología democrática
Nacida del postulado liberal del individuo-rey, la ideología
democrática se construye entonces lógicamente; los individuos pasan al estado
social por un pacto convencional: el ✭✭contrato social✮✮, que es, dice Rousseau, una alienación total de cada asociado,
con todos sus derechos, respecto a toda la comunidad.
De allí vienen:
3
Ralliement o sea aceptación leal, participación, propiciada por
León XIII al régimen republicano francés. Significó la quiebra del monarquismo francés
y el ahogamiento de la resistencia más puramente católica [N. del T].
4
Cf. Encíclica
Au Milieu des Sollicitudes del 16 de febrero de 1892, a los obispos, cleros
y fieles de Francia, en E. P., págs. 454-462.
7.2. Condenación de la ideología democrática por los Papas 43
1. la necesaria soberanía popular: el pueblo es necesariamente
soberano, tiene el poder sólo de sí mismo y lo conserva, incluso después de
haber elegido a sus gobernantes.
2. la ilegitimidad de todo régimen que no tiene por base la
soberanía popular o cuyos gobernantes aseguren recibir el poder de Dios.
De allí, como consecuencia práctica:
1. la lucha para el establecimiento universal de la democracia.
2. la ✭✭cruzada
de las democracias✮✮,
contra todo régimen que hace referencia a la autoridad divina, calificado
entonces de régimen ✭✭sacral✮✮ y
✭✭absolutista✮✮. En relación a esto, el
tratado de Versalles de 1919, que suprimía las ´ultimas monarquías
verdaderamente cristianas, fue una victoria liberal y, en especial, masónica.
5
3. el reino político de las mayorías, que se supone expresan la
sacrosanta e infalible voluntad general.
Frente a ese democratismo que penetra ahora la Iglesia con la
colegialidad,
suelo repetir que la mayoría no hace la
verdad. ¿Qué puede ser construido sólidamente
fuera de la verdad y de la verdadera justicia hacia Dios y hacia
el prójimo?
7.2. Condenación
de la ideología democrática por los Papas. Los Papas no han cesado de
condenar esta ideología democrática. León XIII lo ha hecho ex profeso en
su encíclica
Diuturnum Illud que ya
he mencionado.
Muchos modernos, siguiendo las pisadas de
aquéllos, que en el siglo
anterior se dieron el nombre
de filósofos, dicen que
toda potestad viene del pueblo; por lo cual, los que ejercen la autoridad
civil, no la ejercen como suya, sino como otorgada por el pueblo; con esta
norma, la misma voluntad del pueblo, que delegó la potestad, puede revocar su
acuerdo. Los católicos discrepan de esta opinión al derivar de Dios como de su
principio natural y necesario, el
derecho de mandar.
5
Cf. H. Le Caron, Le
Plan de Domination Mondiale de la Contre-Eglise [El Plan de
Dominación Mundial de la Contra-Iglesia], Fideliter, Escurolles,
1985, pág. 22.
44 7. Jesucristo, ¿Rey de las Repúblicas?
Importa que anotemos aquí que los que han de gobernar las
repúblicas, pueden en algunos casos ser elegidos por la voluntad y juicio de la
multitud, sin que a ello se oponga ni le repugne la doctrina católica. Con esa elección
se designa ciertamente al gobernante, mas no se confieren los derechos de
gobierno, ni se le da la autoridad, sino que se establece aquí en la ha de
ejercer.
6
Por lo tanto toda
autoridad viene de Dios, incluso en democracia! Toda autoridad
viene de Dios. Esta es una verdad revelada y León XIII la
establece sólidamente por la Sagrada Escritura, la tradición de los
Padres, y finalmente, por la razón: una autoridad que emana
sólo del pueblo, no tendría fuerza para obligar en conciencia, bajo pena de pecado.
7
Ningún hombre tiene en sí o por sí la facultad de obligar en
conciencia la voluntad libre de los demás con los vínculos de tal autoridad. Únicamente
tiene esta potestad Dios Creador y Legislador de todas las cosas: los que esta
potestad ejercen, deben necesariamente ejercerla como comunicada por Dios.
8
Finalmente, León XIII muestra la
falsedad del contrato social de Rousseau,
que es el fundamento de la ideología democrática contemporánea.
7.3. La Iglesia
no condena al régimen democrático
Quiero señalar ahora que no toda democracia es liberal. Una
cosa es la
Ideología democrática, y otra, el régimen democrático; la
Iglesia condena la ideología, pero no el régimen, que es propiamente la
participación del pueblo en el poder. Ya Santo Tomás justificaba la legitimidad
del régimen democrático:
Que todos tengan una cierta parte en el gobierno, ayuda a que
sea conservada la paz del pueblo; a todos les gusta tal organización; y vigilan
para conservarla, como dice Aristóteles en el libro II de su Política.
9
6
En E. P., pág. 269, n. 2-3.
7
Podría obligar mediante
la amenaza de penas, pero ¡no es así, diría Juan XXIII en Pacem in Terris, que
se promueve la búsqueda individual del bien común! La autoridad es, más que
nada, una fuerza moral.
8
Encíclica Diuturnum
Illud, en E. P., pág. 270, n. 6.
9
I-II, cuest. 105, art. 1.
7.4. ¿Qué es
una democracia no liberal? 45
Sin preferir la democracia, el Doctor común
estima que el mejor régimen político es concretamente una monarquía en la cual
todos los ciudadanos tienen cierta participación en el poder, por ejemplo,
eligiendo a aquellos que han de gobernar a las órdenes del monarca; esto, dice
Santo Tomás, un régimen que alía bien la monarquía, la aristocracia y la
democracia.
10
La monarquía francesa del Antiguo Régimen, como
muchas otras, era más o menos de esa clase, a pesar de lo que digan los
liberales; existía entonces entre el monarca y la multitud de súbditos todo un
orden y una jerarquía de múltiples cuerpos intermedios, que sabían hacer valer
sus pareceres competentes ante la autoridad. La Iglesia católica no impone
preferencia por tal o cual régimen; admite que los pueblos elijan la forma de
gobierno más adaptada a su genio propio y a las circunstancias:
Nada impide que la Iglesia apruebe el gobierno de uno solo o de
muchos, con tal que sea justo y tienda al bien común. Por
eso, salva la justicia, no se prohíbe a los pueblos el que adopten aquel
sistema de gobierno que sea más apto y conveniente a su carácter o a los
institutos y costumbres de sus antepasados.
11
7.4. ¿Qué
es una democracia no liberal?
Confieso que una democracia no liberal es una especie rara, hoy
desaparecida, pero tampoco es enteramente una quimera, como lo prueba la república
de Cristo Rey, aquella del Ecuador de García Moreno en el siglo
pasado. He aquí entonces las características de una democracia no
liberal:
Primer principio: El principio de la soberanía
popular: en primer lugar, se limita al régimen democrático, y respeta la
legitimidad de la monarquía. Además, es radicalmente diferente de aquel de la democracia rousseauniana: el
poder reside en el pueblo sí, pero ni original ni definitivamente: es de Dios
que viene el poder al pueblo, de Dios Autor de la naturaleza social del hombre,
y no de los individuos-reyes. Y una vez que los gobernantes son elegidos por el
pueblo, este último no conserva el ejercicio de la soberanía.
12
10
Ibid.
11
León XIII, Encíclica Diuturnum Illud, en E. P., pág. 269, n. 3.
12
Cf. Diuturnum
Illud, citado más arriba y en Mons. de Ségur, La Revolución (expliquee aux
Jeunes Gens) [La Revolución (explicada a los Jóvenes)], Trident, Paris, 1989, págs.
71-73.
46 7. Jesucristo,
¿Rey de las Repúblicas?
Primera consecuencia: no gobierna una
multitud amorfa de individuos sino el pueblo en cuerpos constituidos: los
jefes de familia (quienes podrán legislar directamente en Estados muy
pequeños, como p. ej. el de Appenzell en Suiza), los paisanos y comerciantes,
industriales y obreros, grandes y pequeños propietarios, militares y
magistrados, religiosos, sacerdotes y obispos, es, como dice Mons. de Ségur, la
nación con todas sus fuerzas vivas, constituida en una representación
seria y capaz de expresar sus votos por sus verdaderos representantes y de
ejercer libremente sus derechos.
13
Pío XII a su vez distingue bien el pueblo y la masa:
Pueblo y multitud amorfa, o, como suele decirse, ✭✭masa✮✮, son dos conceptos
completamente diferentes. El pueblo vive y se mueve con vida propia; la masa
es de por sí inerte y no puede ser movida sino del exterior. El
pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que lo integran, cada
uno de los cuales en su propio puesto y modo particular es una persona
consciente de su propia responsabilidad y de sus propias convicciones. La
masa, por el contrario, espera un impulso del exterior, es fácil
instrumento en manos de cualquiera que conozca sus instintos e
impresiones, y está pronta a seguir hoy una bandera y mañana otra.
14
Segunda consecuencia: Los gobernantes elegidos,
incluso si se los llama, como dice Santo Tomás, vicarios de la multitud, lo son
solamente en el sentido de que hacen en su lugar lo que ella no puede hacer por
sí misma, a
saber, gobernar. Pero el poder les viene de Dios de quien toda
paternidad en el cielo y sobre la tierra recibe su nombre (Ef. 3, 15).
Los gobernantes son por lo tanto responsables de sus actos primero ante Dios,
del cual son los ministros, y secundariamente ante el pueblo, por cuyo bien
común gobiernan.
Segundo principio: Los derechos de Dios (y los de su Iglesia, en una nación
católica) son puestos como fundamento de la constitución. El decálogo es
entonces el inspirador de toda la legislación.
Primera consecuencia: la ✭✭voluntad general✮✮ es nula si va contra los derechos de Dios. La mayoría
no ✭✭hace✮✮ la verdad, ella debe
mantenerse en la verdad, bajo pena de una perversión de la democracia. Pío XII
subraya con
13
Op. cit. pág. 73.
14
Radio Mensaje de Navidad de 1944.
7.4. ¿Qué es
una democracia no liberal? 47
Razón el peligro inherente al régimen democrático, y contra el
cual la constitución debe reaccionar: el peligro de despersonalización, de
masificación y de manipulación de la multitud por grupos de presión y mayorías
artificiales.
Segunda consecuencia: la democracia no es laica,
sino abiertamente cristiana y católica. Se conforma a la doctrina social de la
Iglesia en lo concerniente a la propiedad privada, el principio de
subsidiariedad, y a la educación, dejándola al cuidado de la Iglesia y de los
padres, etc...
Resumiendo: la democracia, no menos que otro régimen, debe
realizar el reino social de Nuestro Señor Jesucristo. La democracia debe
también tener un Rey: Jesucristo.
8.3. Consecuencias últimas
De
modo que en esta situación política de que hoy día muchísimos se han encariñado, ya se ha formado una
costumbre y tendencia, o de quitar completamente de en medio a la Iglesia, o de
tenerla atada y sujeta al Estado.
En
gran parte se inspira en estos designios lo que los gobernantes hacen. Las
leyes, la administración pública, la enseñanza laica de la juventud,
la incautación de los bienes, y la supresión de las órdenes religiosas
como la destrucción del poder temporal de los Romanos Pontífices, todo
obedece al fin de herir el nervio vital de las instituciones cristianas,
sofocar la libertad de la Iglesia Católica y triturar sus otros derechos.